- María del Campo
- 14 Ene 2013 - 10:00
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El Reino Unido es un país orgulloso de su historia, de sus tradiciones y de su equidistancia entre Europa y Estados Unidos. Ha sido el origen de la revolución industrial del siglo XIX y del moderno estado de bienestar, colonizaron los cinco continentes y extendieron su idioma hasta convertirlo en la lengua más hablada del mundo. Le gusta pertenecer a organismos internacionales como la Unión Europea, pero siempre sin perder su autonomía y su capacidad de decisión. Es por este motivo por el que no se ha aceptado la entrada en el euro y por el que una norma tan sencilla como indicar el distintivo europeo en las matrículas de los coches todavía no es obligatoria. Incluso cuando en 1994 se abrió el «Eurotúnel» bajo el canal de la Mancha para comunicar la isla con Francia, una gran mayoría de los británicos lo consideró como el final de su cultura.
1.- Cultura
Y es que Gran Bretaña sí que es «different»: su organización del Estado es distinta al resto de países europeos, con dos cámaras de Gobierno, Lores y Comunes, que cuentan con competencias propias, algunas de ellas incluso transmitidas por herencia. Cuenta con su propio sistema de medidas, el «Imperial», donde los kilómetros se miden en millas y los gramos en onzas. Su sentido de circulación es a la inversa del resto de Europa e incluso los enchufes son diferentes. Tienen una veneración casi religiosa por su reina. Una reina que muestra por sus súbditos una lejanía que sería inasumible en un país latino o mediterráneo como España.
Y aunque para el británico medio del siglo XXI las cosas continúan siendo así, no todo es tan lejano como aparenta. Poco a poco, el euro se acepta como moneda alternativa en muchas tiendas y restaurantes de las zonas más turísticas e incluso las cabinas telefónicas aceptan ya monedas de 1 y 2 euros. Otra cosa será ya el cambio, por el que pagar en euros resultará sensiblemente más caro que en libras esterlinas…
Los británicos son educados. Muy educados. Al visitante nunca se le percibe como un intruso, sino como alguien al que hay que ayudar. Es habitual que si nos encontramos en plena calle escudriñando un mapa, una dulce ancianita se detenga a preguntarnos si nos puede ayudar. Es la «British Education», que percibe al extraño como una persona a la que hay que respetar y donde la sociedad avanza en conjunto, nunca individualmente. El orden y la puntualidad se vuelven imperativos: se guarda una perfecta cola en la parada del autobús y para cualquier trámite ante una ventanilla. La hora del té es a las cinco, nunca a las cinco y cinco…
La orientación en las calles es otra curiosidad británica. Partiendo del hecho de que para encontrar una dirección, lo habitual es consultar con alguien en la calle, la numeración de las casas se vuelve innecesaria. Es costumbre no indicar los números, porque el cartero suele conocer a las personas que viven en cada casa y porque si no les conoce, antes de devolver una carta por «destinatario desconocido», acabará casi ejerciendo de detective privado. En cualquier caso, las aceras no se dividen en «pares» e «impares» sino que los números corren correlativos por la misma acera y una vez que llegan al final de la calle, continúan avanzando por la acera contraria. Es una manera caótica de no saber nunca la distancia que falta para un número, porque no sabes si lo encontrarás al final de tu misma acera o estará justo enfrente.
2.- Seguridad
Reino Unido es de los pocos países del mundo en el que la policía no suele ir armada por la calle. Los agentes deciden voluntariamente si llevan armas o no, y lo gratificante es que la mayoría deciden no hacerlo. Es un motivo de orgullo nacional y se suele presumir en todos los foros internacionales de que su seguridad ciudadana permite semejante atrevimiento. En otras culturas más dadas a la bravuconería resulta inaudito, por ejemplo, que una mujer policía patrulle sola de noche, desarmada y a pie, una zona de copas plagada de borrachos. Y es que, evidentemente, detrás de esta circunstancia existe un respeto casi sagrado a la autoridad y una legislación contundente que ampara semejante osadía por los agentes de la ley. Porque sí, existe la cadena perpetua y atreverse a enfrentarse a un agente puede suponer muchísimos y muy serios problemas, tantos, que incluso sin armas, la policía sabe que nadie osaría jamás ponerles una mano encima.
Otro aspecto que sorprende a un recién llegado a una calle inglesa es la superpoblación de cámaras de seguridad. Prácticamente todas las calles, carreteras y comercios enfocan de forma inmisericorde a cualquier rincón, entrada o salida, haciendo bastante desaconsejable, por ejemplo, el hurto en tiendas. En este caso, la ley vuelve a ser implacable y un inocente hurto de una caja de galletas en un gran almacén, puede suponer desde una fuerte multa hasta la deportación inmediata en el caso de extranjeros (estudiantes de cursos de idiomas incluidos). Las cámaras están en todas partes, visibles o camufladas en mil artefactos insospechados. Todas graban las 24 horas y son utilizadas por la policía como prevención de delitos, pero también a posteriori, cuando se trata de identificar a sospechosos de un acto delictivo. Las grabaciones del centro de Londres sirvieron por ejemplo para que los causantes de los actos vandálicos durante los disturbios de agosto de 2011 fueran detenidos a las pocas semanas. La mayoría de ellos todavía lamentan haber quemado coches o contenedores en la vía pública…
También durante los Juegos Olímpicos de 2012 se experimentó con éxito una nueva tecnología de reconocimiento facial aplicada a las cámaras de seguridad. Como si de un Gran Hermano se tratara, las cámaras de los alrededores del estadio Olímpico reconocían instantáneamente a los delincuentes fichados por la policía. Así, casi sin moverse del sillón, la policía fue atrapando uno a uno a todos los malhechores que osaron acercarse al perímetro de los Juegos. Es de suponer que tal adelanto no tarde en generalizarse en todo el país, y que muy pronto los fugitivos de la justicia no puedan ya ni salir a la calle.
3.- Horarios
Sinceramente, no es que en Reino Unido se coma y se cene pronto, es que en España tenemos los horarios más desfasados del planeta. En todo el país se come alrededor de las 12 y se cena a las 6. Los horarios laborales están adaptados, madrugando mucho para estar a las 5 de la tarde ya de vuelta en casa. Es la famosa hora del té, tradición que los mayores suelen cumplir y que los más jóvenes no tanto.
Bancos, comercios y especialmente transportes cumplen al segundo su horario. Las paradas de trenes o autobuses que aún no tienen paneles electrónicos, incorporan siempre una hoja con las horas exactas a las que pasará el tren o el próximo autobús. Y sí, a pesar del tráfico o de las posibles incidencias, será sumamente extraño que un autobús urbano no pase a la hora y el minuto exacto en el que el cartel anuncie su parada.
4.- Comidas
Que los británicos no saben cocinar lo sabe todo el mundo. Aunque tampoco hay que desanimarse, pues en los últimos años son ya unas cuantas estrellas las que la prestigiosa guía Michelín ha otorgado a cocineros ingleses.
El desayuno es el rey del día. Hay que olvidarse del rápido café con tostada y prepararse para aportar al cuerpo la dosis completa de calorías que el día requerirá, porque no habrá muchas más opciones para hacerlo. De esta manera, un desayuno inglés incluirá café sólo acompañado de tostadas, huevos (fritos, hervidos, revueltos o en tortilla), bacon, salchillas, judías (beans), morcilla (black pudding) y tomate a la plancha. Los jóvenes suelen añadir cereales y zumo de naranja y los domingos en muchos pubs sirven gachas (porridge), un plato a base de granos de avena calientes y cocidos en leche, que suele complementarse con mermelada de frutos rojos.
La dieta británica pincha abrumadoramente al medio día. La comida (lunch) no es importante y la mayoría de los británicos la despachan con apenas un sandwich, que suelen tomarse sin apenas moverse de su mesa de trabajo. Los estudiantes de cursos de inglés en Inglaterra suelen llevar generalmente una tartera o bolsa de tipo «pack luch» donde su familia de acogida les habrá introducido un sanwich, una bolsita de patatas y un snack de chocolate como postre.
La cena es la única comida del día en el que la familia se reúne alrededor de la misma mesa. Los británicos son muy poco habilidosos en la cocina, por lo que generalmente las cenas consisten en un plato combinado a base de un ingrediente principal, carne, pollo o pescado, acompañado de guarniciones de verdura hervida como judías verdes, zanahorias o patatas y alguna salsa para dar sabor al conjunto. La fruta es cara y lo más habitual es que a lo postres se tomen dulces preparados como bizcochos o tartas, a los que en algunos casos se baña con salsa de natilla caliente.
Los domingos suelen ser la excepción a la monótona dieta inglesa. Por todo el país proliferan los anuncios del ‘Sunday roast’, el plato estrella de la cocina británica, que suele prepararse tradicionalmente en pubs. Consiste en un asado de ternera, cordero o cerdo, que se corta en lonchas a la vista de los comensales y se acompaña con guarnición de verduras, patatas y del célebre ‘Yorkshire pudding’, bañándose el conjunto en abundante salsa. El Yorkshire pudding es una magdalena sin sabor, originaria del condado de Yorkshire y muy popular en todo el Reino Unido, horneada y elaborada con huevos, harina y leche.
5.- Transporte público
Los autobuses públicos están en manos de un conglomerado de empresas privadas que siguen en muchas ciudades una política de precios exactos, por la que los billetes se pueden adquirir al conductor, pero no se facilita cambio. El dinero se deposita en un cajetín con un cristal transparente por el lado del conductor para que visualice el importe introducido. Si es una cantidad superior al precio del billete… pues mala suerte, seguramente la compañía concesionaria de los autobuses estará encantada de transportar a un viajero generoso con sus arcas. Si lo introducido es abusivo, en último extremo se podrá pedir al conductor un ‘change ticket’ para que imprima un justificante por la cantidad sobrante, con el que reclamar el importe posteriormente en las oficinas de la compañía. Es una solución de ‘urgencia’ para un sistema que los viajeros españoles no siempre entienden. Moraleja: lleva siempre algo de ‘calderilla’ para este tipo de situaciones.
6.- Conducción
Superado el primer momento de incertidumbre ante la conducción por el lado izquierdo de la calzada, un conductor medio encontrará pocas dificultades para conducir por Gran Bretaña. La señalización, tanto vertical como horizontal, es abundante y muy fácil de interpretar. Se realiza un altísimo énfasis en la seguridad, resultando que cruces, semáforos, rotondas, isletas e incorporaciones a carreteras cuentan con enormes paneles fluorescentes y están perfectamente señalizados e iluminados. Para acabar de completar tan favorable panorama, los británicos son absolutamente respetuosos con la señalización y especialmente con los límites de velocidad. Son mínimos los «piques» entre conductores y siempre hay otro vehículo que facilita una maniobra o una incorporación.
Y si todavía queda algún osado a vulnerar la norma, ¡bienvenido al mundo radar! Si en las ciudades se vive inmerso en un enorme «Gran Hermano», las carreteras no podían quedarse atrás. Además de las cámaras de tráfico que apuntan a cruces, incorporaciones y salidas de carreteras, los radares se pueden contar por docenas en un trayecto de apenas cien kilómetros. Todos están debidamente señalizados y avisados, indicando muchas veces en el pavimento las marcas exactas donde las fotografías son tomadas, a modo de los «terroristas más buscados». Es tal el número de señales de radar que hay, que se debe dar por hecho que en cualquier lugar es posible el disparo de la «maquinita».
El aparcamiento en las ciudades es caro. Los parquímetros se extienden como una plaga mucho más allá del centro de las ciudades y pueblecitos de lo más minúsculo han encontrado una estupenda fuente de financiación instalándolos por doquier en cualquier descampado, por muy solitario que parezca. En la mayoría de las ocasiones funcionan los siete días de la semana desde las 8 de la mañana hasta las 6 o las 7 de la tarde, teniendo como única alternativa los parking públicos, cuyos precios son a veces prohibitivos. Otra cuestión es el acceso al centro de las ciudades. De momento es sólamente Londres la precursora a nivel nacional de la «congestion charge» para los vehículos que acceden al centro de la ciudad, cuyo coste es de £10 diarios. En otras ciudades como Manchester, la medida fue descartada gracias a un referendum popular en el año 2008.
7.- Pubs
Resulta maravilloso sumergirse en las cálidas atmósferas de los pubs que salpican la geografía inglesa. Son un imán para todo turista y especialmente para los estudiantes de cursos de inglés en UK, que encuentran en estos espacios rincones donde reunirse, tomar unas pintas o hacer unas risas.
La primera peculiaridad de un pub es que los camareros no atienden las mesas. Las comandas de comida o bebida se piden en la barra, pagándolas en el acto e indicando el número de mesa en el que deben ser servidas.
Los pubs sirven refrescos, bebidas bajas en alcohol, como cervezas, ales y sidras y también otras con más gradación alcohólica como whiskeys y ginebras, aunque éstas últimas son servidas con dosificadores. El resultado para el que pretenda ‘chuzarse’ a base de combinados será el pago de una tremenda factura. La consecuencia directa es que los británicos desconocen el término «cubata» que tan habitual es en España y en su lugar suelen recurrir a ‘shooters’ (chupitos), combinados ya embotellados tipo «breezer» y a cócteles, cuyas cartas suelen adornar mesas y barras en todo tipo de garitos.
Un pub también sirve comidas y cenas, estando obligados al igual que todos los restaurantes del Reino Unido, a mostrar su distintivo «food hygiene» en el escaparate para indicar la puntuación que ha recibido su cocina en la visita de los inspectores de Sanidad. La variedad de platos es evidentemente más escasa que en un restaurante, pero su calidad no tiene por qué ser menor. De hecho, muchos cocineros de pubs han conseguido premios a los mejores «chef» del año y en la mayoría de ellos se espera con pasión la llegada del domingo para degustar su famoso «Sunday roast».
En el sentido de la amistad, los británicos suelen ser más fieles a su grupo de amigos de toda la vida que a sus propias parejas. Es habitual encontrarse brindando con enormes pintas a grupos de amigos o de amigas ya entrados en edad, mientras que sus parejas hacen lo propio en el pub de al lado… o esperan viendo la tv en casa. En la filosofía anglosajona el concepto de «disfrutar de la noche» parece que no encaja con salir con la pareja.
Los pubs en Inglaterra y Gales abren de lunes a sábados de 11:00 a 23:00 y domingos de 12:00 a 15:00 y de 19:00 a 22:30; y en Escocia de lunes a sábados de 11:00 a 14:30 y de 17:00 a 23:00 y domingos de 12:30 a 14:30 y de 18:30 a 23:00. En Escocia no se sirve alcohol a partir de las 23:00.
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